Por: Leandro Darío Díaz Areiza
Después de pasar Montería y llegar a el camino que nos dirige a los pequeños pueblos de Córdoba, llegamos a Ciénaga de Oro, un pueblito bastante pequeño lleno de mucha cultura propio de una región caribeña de paz y un consecuente mundo invadido por la globalización urgido por invadir los espacios y convertirlos, pues se nota que mi pueblo de origen ya no es el mismo, la forma en que viste ahora y realizan las comidas tradicionales ya no son las mismas de antes.
Tras largas horas de adentrarnos en el pueblo y llegar a la parte rural, veo por fin una parte reconocible, es la vía Altas Palmeras donde al final de este camino debemos desviarnos por otra vía que llamaron Rusia para llegar al fin a la casa de mis tíos.
Ya veo El Brujo la casa finca hacia dónde nos dirigimos. El Brujo, curioso nombre para nombrar un lugar, así lo llamo mí ya fallecido abuelo Adelangel Díaz Regino en sugerencia de mi abuela Petrona Pacheco Regino también fallecida, el porqué de esto se debe a todo el contexto histórico de la época de mis abuelos, debido a que para estas zonas la tierra realmente no era de nadie y cualquier otra persona con malas intenciones podría simplemente matarte por robar el lugar donde trabajabas, vivías y criabas a tus hijos, así que crear una historia alrededor de un lugar que lo volviera algo sombrío era un punto a favor, pues las personas de ese entonces eran de creer mucho en los agüeros y espíritus.
Al fin llegamos, odio viajar, pero solo el hecho de transportarme, soy demasiado feliz cuando toco tierra firme y más esta tierra que es el lugar en el mundo que me conecta con la historia de mi origen y descendencia, siempre he tenido el conocimiento de mi árbol genealógico, somos 7 generaciones y 5 vivieron y permanecieron en este lugar durante siglos, la primera generación y la mía somos quienes ya no pertenecemos a vivir el día a día aquí.
La alegría es inmensa y mutua, quien nos recibe es mi tío Juan y mis 7 primos, cada uno con sus hijos, mi tía debe estar en la cocina, preparando el almuerzo para recibirnos, siempre es así; ella dice que nos recibirá con las manos sucias de habernos cocina, abrazos, besos, risas y pequeños golpes de alegría por vernos se pronuncian en la entrada de la finca, todos estamos muy contentos de vernos las caras, pero se nota que los más felices de verse son mi tío y papá, nosotros somos solo 3 hermanos, mi madre y mi padre, ellos en total son 23 personas, es casi una ciudadela podría decir yo.
¡Llegaron los primos! Dicen con euforia los hijos de mi tío Juan, en serio lo dicen con euforia, están muy contentos de vernos y recibirnos, se les nota demasiado que querían vernos y abrazarnos, la verdad es que el sentimiento es mutuo, somos una familia con unos valores de unidad muy fuertes.
Desde las 11:00 a.m. a eso de las 2:00 p.m. nos hacen el recorrido por todos los cultivos, los galpones de las gallinas, el lugar donde están los cerdos y los demás sitios de la casa finca, no porque no los conozcamos sino para mostramos con orgullo el buen estado en que se encuentra todo, a mí me complace ver todo esto, me recuerda a los años de mi niñez donde mi papá tenía en una versión muchísimo más pequeña todo esto en el patio de la casa. Luego de tanto caminar vamos a la casa, mi tía nos espera para que todo nos sentemos en la mesa (los que quepan) y los demás alrededor en diferentes taburetes, sillas, mesas y demás, ella en serio ama vernos comer a todo, es una labor demasiado grande cocinar para tantos hombre, mi tía recibe ayuda de sus nueras, pero ella en su terquedad le gusta realizar mayormente todo, dice que para eso ella está; para ver a sus hijos comer para verlos fuerte y sanos, y esto no es solo un decir, los platos son bandejas, sirven demasiada comida, yo jamás puedo con todo lo que mi tía me sirve y contando con que siempre me sirve a mí y a mis tres hermano una cantidad menor a la de sus hijos y eso porque nosotros se lo rogamos, pues si por ella fuera nos pondría a repetir.
Llega el momento de descansar del almuerzo y colgarse en las hamacas, ya no hay más que hacer, realmente con tanta comida ingerida nadie es capaz de casi moverse, comienzan los relatos, historias y chistes en la familia, mi padre y mi tío, se alejan y empiezan hablar de sus otros hermanos, en total junto a mi tío Juan y mi papá son 13, una fallecida por una enfermedad de niña y otro asesinado en Medellín en la época donde vivía y aterrorizaba Pablo Escobar.
Desde hace unos años mi padre me ha dado más privilegios reflejados en la confianza, uno de ellos es acercarme a una distancia prudente cuando él está hablando con mi tío, siempre son temas nostálgicos, recordar su niñez, los momentos juntos, las peleas por mujeres, pero luego de todo mi papá toca el tema del hecho de no haberse quedado y haber vendido lo que la tenía para irse de la casa y buscar oportunidades fuera, de como todos los demás hicieron lo mismo menos mi tío Juan. De qué extraña vestirse de la forma en que mi tío lo hace, lo relajado que se siente ponerse las botas e ir a pescar o cortar plátano, el amor por los espacios abiertos y de matar la propia comida que luego consumirá.
Mi tío Juan solo escucha, él lo sabe escuchar, quizá lo que mi papá quiere es solo desahogarse y ese momento tan íntimo lo encuentra solo con su hermano, mi tío le da unos consejos y le dice que siempre esta será su casa y le dice otras cosas que no alcanzo a entender. Todo esto pasó sin tocarse el uno al otro en ningún momento, solo al momento de levantarse los dos mi tío Juan le tocó la espalda.
Mis primos se fueron a terminar de organizar las cosas en la finca, las gallinas, los cerdos, los cultivos y otras cosas, mi papá y mi tío se fueron a pescar, yo me quede en la casa escuchando a mi tía, una mujer muy sabia que siempre me habla de cuánto ama a sus hijos y sus nietos, no me lo dice explícitamente, pero siempre sus historias reflejan esto.
Mi padre y mi tío ya volvieron de pescar y vienen un poco empantanados y con sus sombreros intercambiados, la razón de esto la conocí luego de regresarnos luego de al fin reunir el valor para preguntarle a mi papá.
Llega la noche, yo creería el momento más mágico y hermoso de todo el día, muchas personas le temen a la oscuridad, creo que de niño yo también, pero fue tío quien en las visitas a su casa me enseñó a apreciarla, respetarla y ver su belleza más que temerle. Aprendí a escuchar su propia naturalidad y lo agudo que puede ser el silencio, a ver unas estrellas que jamás podrás ver en una ciudad o incluso un pueblo y aprendí que todo esto vale la pena si tienes con alguien con quien compartirlo y contarles y se llama familia, porque son ellos quienes contarán de generación en generación tus historias.