Por: Camilo Montoya Gómez
Al noroccidente de la ciudad de Medellín está ubicada una zona identificada por la administración municipal como la Comuna 13, este es un espacio en el que habitan 20.000 habitantes aproximadamente distribuidos en 21 barrios y muchas zonas de invasión inmobiliaria. Esta zona a lo largo de la historia ha adquirido una fama negativa debido a su ambiente violento, criminal y marginal en el cual se desenvuelven actividades ilegales como microtráfico, extorsión, sicariato, prostitución, entre otros. Tanto locales como extranjeros se han encargado de deslegitimar esta zona y convertirla en un mito urbano acerca de lo oscuro y malvado que puede tener la sociedad. Debido a la alta criminalidad que se presentaba en esta zona que afectaba el desarrollo de las actividades de la sociedad, la administración municipal junto con el gobierno nacional que para entonces era dirigido por el presidente Álvaro Uribe Vélez, se decidió intervenir militarmente esta zona con el objetivo de erradicar la plaga de la criminalidad. Esta acción desplegada por miembros de las fuerzas militares como ejército nacional y policía, ejecutaron actos en contra de los integrantes de bandas criminales y la comunidad en general, siendo esta ultima la más afectada por esta intervención.
Fue entonces que los días 16 y el 17 de octubre de 2002 se desplegó en la Comuna 13 de Medellín una de las páginas del conflicto armado en Colombia más trascendentales de su historia. Se trató de la Operación Orión, un operativo militar cuyo objetivo era tomar el control de la zona, sometida por las guerrillas y paramilitares de la época que mantuvieron en medio del terror a los habitantes durante al menos 10 años. La presencia permanente de las Farc, el ELN y los Comandos Armados del Pueblo (CAP) en la zona llevó a los encargados de dirigir el poder político y económico a generar un gran plan de acción que tuvo un alto precio y grandes cuestionamientos para la recuperación de la Comuna 13; pues el episodio dejó bajas civiles, desaparecidos y ejecuciones extrajudiciales, además de la fosa común de La Escombrera, un depósito de escombros ubicado en la parte alta de la Comuna 13 donde, según declaraciones de desmovilizados, había casi 100 cuerpos entre bajas militares, falsos positivos y civiles inocentes. La Operación Orión estuvo comandada por el entonces general Mario Montoya, hoy en retiro, comandando la IV Brigada del Ejército, también por el general retirado Leonardo Gallego Castrillón, al frente de la Policía Metropolitana de Medellín.
Diversos textos, testimonios e investigaciones, además de declaraciones, sugieren que Montoya y Gallego son actores directos de lo que, se presume, fue un operativo en el que se hizo uso excesivo de la fuerza y que terminó en la desaparición sistemática de personas inocentes, algo que a día de hoy sigue generando la reclamación de justicia por parte de las víctimas.
Orión tuvo un tinte estremecedor, atemorizante y surrealista, ya que al mejor estilo de las películas de Hollywood, se desplegaron tropas enteras de militares, con el perímetro cubierto por helicópteros, camiones y tanques blindados, que se adentraron por los estrechos callejones de la comuna y que tenía como objetivo oficial depurar la comuna, calle a calle, casa a casa, persona a persona, hasta encontrar y sacar de este territorio a los actores armados al margen de la ley que tenían bajo presión a la comunidad. Los habitantes de la Comuna 13 fueron testigos del terror en medio del fuego cruzado y las presiones. Madres víctimas han contado a lo largo de los años cómo tuvieron que pasar las noches de esos días de octubre debajo de sus camas con sus hijos, teniendo el colchón de su cama puestos en las ventanas y puertas como escudo antibalas para resguardarse de los proyectiles y la violencia.