
Por: Simón Quiroz Taborda
Corrían los fríos días de octubre del año 2011, era domingo y Simón se encontraba en su habitación perdiendo el tiempo esperando la posibilidad de que su papá llegara para salir un rato, sin embargo, ya era muy tarde para que llegara, porque él siempre lo recogía muy temprano. Simón escuchó la ducha del baño en el pasillo mientras su mamá se baña y el televisor de su abuela a todo volumen, su hermana se encontraba recostada en la cama de su cuarto, justo diagonal a su habitación. De repente el teléfono sonó, nadie contestaba y a regañadientes se dirigió a la sala para contestar, Mientras caminaba se preguntaba ¿Quién podrá ser?, tal vez es mi papá, pensó, pero no era muy común que lo llamara a esas horas si no iba a ir. finalmente contestó el teléfono y su rostro se llenó de angustia.
-¿Aló, Aló?
-¡Simón mi papá se murió!
-¡¿Qué?! ¿cómo así?
Simón no reconocía bien la voz y por alguna razón pensó que era algún amigo del colegio, aunque la voz era demasiado delgada, y se sentía muy distorsionada por que la persona estaba llorando, hasta que de repente la reconoció, era Mariana, su hermana menor, al saber eso se desesperó, y un montón de posibilidades se cruzaron por su mente, llegó a pensar que solo era paranoia de su hermanita menor, Mariana siempre fue algo asustadiza de pequeña y la consentida de su papá, por lo que pensó que simplemente había visto a su padre inconsciente. – ¡Simón mi papá se murió! (repitió nuevamente)
¿Mariana qué pasó? ¡¿qué pasó?! ¡¿qué pasó?!
De repente el teléfono sonó como si se lo hubieran arrebatado, y de escuchó la voz de una mujer mayor, era la abuela materna de Mariana (no era su abuela ya que Mariana era hija de otra mujer), y le dijo: -Simón, tú papá acaba de fallecer.
Su cara se llenó de angustia y tristeza, pero fue tan duro y rápido el golpe que las lágrimas no habían llegado, después de colgar, sintió los pasos de su madre caminando por el pasillo, cuando al verlo le preguntó qué ocurría, y él tuvo que decir:
-Mamá, mi papá murió.
Su mamá se derrumbó en el piso desconsolada y comenzó a llorar, no comprendía lo que ocurría y Simón tampoco, toda la familia se unió a la angustia de la situación y todos en la casa lloraron al unísono. Pasaron los meses y Simón no encontraba la plenitud, la calma se le escapaba en ocasiones mientras recordaba con nostalgia en cualquier momento, llegó a hacerse la promesa de encontrar sentido en todos los detalles de la vida, una buena comida, un día soleado, unos buenos amigos, un partido de fútbol y cualquier pequeña recompensa de los días. Sin embargo, la música siempre estuvo presente en su vida, y en ocasiones tocaba la guitarra acústica que le regaló su padre, por algún motivo siempre terminaba usando esa, aunque también tenía una guitarra eléctrica, la cual fue el segundo instrumento que le regaló su papá. Simón sentía que el sonido cálido del nailon de las cuerdas de la guitarra era más íntimo para tocar en su habitación, cerraba la puerta en las noches y tocaba sus propias canciones con una melodía triste que le producía inevitablemente unas lágrimas que le nublaban la vista.
Simón decidió agregarles letra a sus canciones, pero era todo un reto acompañar la voz con la melodía de la guitarra, no fue sino hasta después de casi dos años que por fin sentía que dominaba el arte de ser cantautor, o eso pensaba, por que en ocasiones perdía la coordinación y su voz se perdía por su pobre manejo del aire. A pesar de todas las imperfecciones de su música él continuaba tocando y escribiendo canciones, tenía la mala costumbre de no escribir las letras, por que sentía que en su mente organizaba mejor sus composiciones.
Un día después de estar tocando con su banda (conformada por un montón de muchachos muy difíciles de poner de acuerdo), decidió cumplir una promesa, debía escribir una canción en honor a su padre, era una misión muy difícil, lo había intentado una vez, pero en ese entonces a duras penas y podía concentrarse tocando la guitarra, pero esta vez debía ser distinto, esta canción llevaría letra y él mismo se encargaría de hacer el acompañamiento.
La puerta de la habitación estaba cerrada porque no quería que nadie escuchara sus descoordinados ritmos de improvisación y sus errores al cantar, Simón estuvo a punto de dejar de lado su sueño de escribir una canción para hacer honor a su padre, sin embargo, no podía permitir dejar de lado su meta, tomo la guitarra y la melodía comenzó a sonar, y la música empezó a ponerse en orden hasta que al final sonó la canción que tanto deseaba.