



Por: Camilo Muñoz Parra
Luego de haber vivido años de oro disfrutando una etapa llena de viajes y comodidades, la vida de Ruth y Heberto volvió a acentarse en un estilo de vida diferente al que se estaban acostumbrados, la vida les cambió para volverse abuelos.
Una abuela que se dedicó a la crianza de sus ocho nietos, pues mientras sus hijos trabajaban ella se encargaba de su cuidado y alimentación, los trataba como unos hijos más. El abuelo por otro lado, estaba encargado de traer el sustento a su hogar, donde pasaban todo el día su esposa y casi todos su nietos. Lo hacía trabajando un taxi hasta que Ruth se accidentó y cambió su vida.
La casa de los abuelos, era el segundo hogar de sus nietos. Casi todos crecieron con la figura de una abuela que así como consentía, reprendía y con un abuelo que así como daba a los demás, esperaba lo mismo a cambio. Una vez los nietos crecieron, dejaron a sus abuelos encargados de sus propios cuidados.
Para Ruth, la cama adquiere otro significado cuando se convierte en su lecho de reposo y recuperación luego de una caida en el baño. Su fémur se rompe y termina costándole su movilidad y el tener una pierna más larga que la otra.
Para Heberto, este hecho significa abandonar su oficio de taxista para dedicarse a ser el guardian y cuidador de su esposa. Emprende formas de conseguir dinero con galletas y dulces caseros para sostener su hogar.
La cama en la que dormían, se convirtió no solo en un espacio para descansar sino también para llevar la recuperación y todos los cuidados necesarios que se adquieren después de una operación como esta. Se vuelve el espacio de la casa donde se reciben las visitas cada domingo, donde se contesta el teléfono, se desayuna, almuerza, cena y hasta se orina en un “pato”.
Cuando van los nietos la cama es el lugar donde hacen la siesta después de almorzar, las tareas, donde ven televisión o donde simplemente conversan con sus abuelos
Años después, con las mismas condiciones de vida, sólo que con unos años más, la vida de Heberto se vé en peligro por un caída a unas cuadras de su casa, donde se golpea la cabeza y genera un hematoma en el cerebro. La única solución que dieron los médicos fue inducirlo a un coma y poder drenar la sangre, el resultado: una incertidumbre sin saber si se recuperaría.
A este punto la cama que fue el lecho de matrimonio entre Ruth y Heberto, ahora era un espacio de cuidados médicos, donde la salud y la aspesia desplazaban cualquier otra actividad que se pudiera hacer ahí. Después de mucho luchar contra esa recuperación y graves compliaciones de salud, el 23 de diciembre del 2015 Heberto no logra despertar de ese coma inducido y fallece en la cama junto a su esposa Ruth. Su muerte no fue vista como una tragedia, sino como una oportunidad de descanso para él y para todos.
Bastaron exactamente tres meses, para que su esposa Ruth le afectara su ausencia y falleciera por complicaciones pulmonares.