
Por: Alejandra Osorio Arcila
Mahoma, días soleados y noches despejadas, era una finca, ubicada en Pajarito, Medellín, de la que ahora solo queda una palmera.
En el año 2000, antes de convertirse en una estación del Metrocable, Mahoma era una casa grande y acogedora, aunque algo fría. Allí habitaban mis tíos, Lucas y Gloria, recién casados, ambos con menos de 30 años, acompañados de su perro, Horacio.
Su casa se convirtió en un espacio de reunión e integración familiar, era el lugar donde más me gustaba pasar el tiempo, a mis 4 años de edad… Cada fin de semana íbamos a la Mahoma. Nos sentíamos acogidos en todos los sentidos, por la compañía, las atenciones y el espacio. Como cualquier niña pequeña, yo, casi incansable, amaba escalar montañas, árboles y correr con mis primos, pero mi amigo predilecto era Horacio, el perro.
Mientras tanto, a las personas adultas no les prestaba mucha atención, no había nada de interesante en tomar tinto y sentarse a hablar mientras se fumaban un cigarrillo. Era mejor cuando no estaban juntas, mi mamá me cantaba, mi tío me enseñaba a grabar y tomar fotos, mi tía me prestaba mil cosas para hacer manualidades, y mi papá me enseñaba todo sobre la naturaleza.
Mi parte favorita era estar con él, siempre ha sido quién me ha enseñado tantas cosas. Siempre he admirado todo lo que puede llegar a conocer sobre cualquier tema, cada vez que me surge alguna pregunta random, él puede responderla, así fue a los 4 años y sigue siento a mis 22 años. Igual, es un poco triste que a los 4 años toda la imaginación muera, que todas las dudas extrañas aterricen al mundo real y suposiciones tan interesantes como las de los niños sean chistosas para los adultos, tal vez por eso El Principito es uno de mis libros favoritos de toda la vida, siempre me sentí identificada. Y tal vez por eso siempre me gustó estar con Horacio, porque nunca tenía nada para decir sobre mis historias raras.
Así, como me sentía de feliz por conocer cosas nuevas, aclarar dudas y saber más sobre el espacio y la luna, me desilusionaba todo el tiempo saber que las teorías que tenía en mi cabeza eran falsas. Ser adulto lo arruina todo, ¿qué sería de nosotros si todo lo que
pensábamos de pequeños lo hubiéramos dejado en nuestra mente?, ¿en lugar de tumbarlos? Por eso mi yo de hace 18 años tiene la palabra, y, sobre todo, la razón.
Parte 1: “Todos los días hay una luna diferente”
¿Cómo más es posible que la luna cambie tanto? Unos días está gorda, al otro día está flaca, a veces ni siquiera se ve, seguramente por andar haciendo dietas que la desaparecen, que boba, si siempre la más linda es la que está toda redondita.
Humanizar la luna es una de las cosas que muchos niños hacen. La respuesta que mi papá me dio fue que simplemente podemos ver la luna gracias al sol, la luna y la tierra siempre se mueven. A veces la luna en su movimiento se queda un poco más atrás o delante de la tierra, por lo tanto, el sol solo le da en una parte y esa parte varía según la posición de la tierra, a veces la tierra la tapa más que otras, la luna sigue siendo la misma. Tumbando todas las cosas interesantes que pasaban por mi cabeza.
Parte 2: “Los extraterrestres viven en la luna y pueden vernos”
Obvio, la luna se ve como la tierra, y si la luna es como la tierra debe tener sus propias personas, debe tener muchos extraterrestres. ¿Será que también miran la tierra como yo miro la luna? ¿Se habrán preguntado si hay vida aquí? Seguramente ni son tan malos, no me da miedo porque si son como nosotros hasta podríamos ser amigos. Yo podría conocer la luna y ellos la tierra. Luego me di cuenta: el hombre fue a la luna, hacía no mucho tiempo, los astronautas hicieron muchas misiones hasta que aterrizaron y la exploraron. No hubo señal de vida y hasta el momento, tampoco.
Parte 3: “La luna me persigue y las estrellas son pedacitos de ella al moverse”
La luna es mágica, como el telescopio, parece que se moviera todo el tiempo, pero cuando estoy quieta, ella también, cuando dejo de mirarla, aparece en otro lugar. ¿Se estará escondiendo?, también hay días que no la veo y es muy raro porque debería estar ahí, ¿dónde más podría estar? Si al otro lado del mundo está de día. Igual no se debería mover, debería quedarse donde pueda verla todo el tiempo, de tantos pedacitos que deja por ahí puede que se ponga más pequeña cada vez, hasta que se acabe.
Qué triste un mundo sin luna. Esta fue una duda difícil de resolver, porque, aparentemente, la luna si nos sigue y, efectivamente, la luna se mueve. Me explicó que las estrellas eran otros cuerpos celestes que estaban en el espacio, mucho más lejos que la luna, mucho más pequeños, o grandes pero lejanos, no eran partes de la luna. También por ser un objeto lejano, parece que nos siguiera, pero realmente lo no hace. Los objetos cercanos se mueven con mayor rapidez, porque están cerca, mientras que la luna lejana no se está moviendo de forma visible para los ojos del ser humano y esto causaba una ilusión óptica, lo cual entendí mucho después. A todos nos gusta sentir que tenemos la atención de alguien de vez en cuando, pero la luna no la tenía en mí.
Parte 4: “Puedo ver las dos caras de la luna”
Tiene sentido, si la luna ve la tierra por todos los lados, desde la tierra podemos ver las caras de la luna. Entendí que solo podemos ver un hemisferio, porque no se mueve sobre su propio eje, simplemente alrededor de la tierra. Pero estuvo bien, todos tenemos un lado que nos gusta más y todos tenemos un lado oscuro. ¿Y si en ese lado oscuro están los extraterrestres y por eso nadie los ha visto? Fueron dudas que surgieron después, si ella es toda linda, ¿por qué no se deja ver completa? Apuesto lo que sea que toda la luna se ve hermosa, pero bueno, todos tenemos un lado que no queremos mostrar. Igual nunca lo supe, porque así es la naturaleza y la realidad, no hay forma de ver el otro lado.